domingo, 20 de octubre de 2013

Tema 1: Las prácticas educativas como contextos de desarrollo


Es nuestro primer día de clase con Tiana en la asignatura de Psicología de la Educación y yo ya venía con ciertas ideas de lo que, posiblemente, me podría encontrar en esta asignatura. Pensaba que únicamente me reencontraría con autores, así como con Piaget, Vygotski y el casi impronunciable Bronfrebrenner. Pero antes de entrar de pleno en lo que vienen a ser autores, teorías o diferentes líneas metodológicas, fue importante hacer una aclaración sobre aquello que define la Psicología en el ámbito de la educación. Sabemos que la psicología viene a ser la ciencia que estudia los procesos cognitivos y socio-afectivos, pero esta vez se inclina más hacia el ámbito educativo, es decir, a estudiar los acontecimientos que surgen en la educación, programándolos, llevándolos a cabo y evaluándolos desde una perspectiva más psicológica.

              Es a partir de la práctica educativa que se producen aprendizajes (significativos o no), el desarrollo cognitivo y físico, conocer los límites individuales y ayudar a desarrollar la personalidad de cada uno. Es por todo esto que es muy importante aplicar la psicología en la educación, siempre teniendo en cuenta a los individuos que intervienen, los aprendizajes que se quieren llevar a cabo, qué valores fomentar, en qué tiempo nos movemos, etc. Respecto a esto último, aquí destacaría la gran importancia de la actualización del profesorado, evitando así el estancamiento y la no-evolución acorde a los tiempos que corren y a las mejoras educativas que van encontrando. Además, otro aspecto importante en la educación es que los verdaderos protagonistas son los niños y no el profesor, por lo tanto debe ser éste el que se tenga que adaptar a las necesidades de los menores a partir de metodologías y formas de enseñanza que les favorezca a ellos, no únicamente a la comodidad del profesor.

              Respecto al origen de la psicología de la educación, ésta no es tan actual como pensábamos, sino que ya se venía hablando de este concepto desde hace décadas. Lo que todos nos preguntábamos es por qué sabiendo todo esto no se han implantado estas ideas antes. Pues bien, no todo depende del sistema educativo, sino también de los intereses del mundo político (como pasó, por ejemplo, en la dictadura franquista: años atrás se habían ido consiguiendo mejoras en educación como la creación de una escuela laica, mixta, con metodologías innovadoras que favorecían la autonomía en el aprendizaje, etc. Pero al llegar la dictadura todo se redujo a cenizas al instaurar una educación patriótica y católica, viendo a ésta como un vehículo transmisor de ideología. Fue un paso atrás. O cinco.).

              Volviendo al tema, muchos años atrás ya hubo varios predicadores de la Psicología de la Educación que aportaron su granito de arena a este concepto: nos encontramos a William James, introductor de aspectos pedagógicos y psicológicos en la educación y quien elaboró diversas obras sobre estos temas; coetáneo al anterior autor encontramos a G. Stanley Hall, el cual aportó cuestionarios que intentaban mostrar aspectos del pensamiento infantil en las diferentes etapas en las que está compuesto, además de recalcar que se debe tener en cuenta el nivel madurativo del niño y las características que éste presenta (algo fundamental a la hora de ejercer la docencia); Alfred Binet apostó por la creación de unos test de inteligencia como herramienta para valorar la inteligencia de cada niño en diferentes etapas (esto desembocó en la etiquetación de estos niños muy tempranamente y en las consecuencias que esto conlleva); por otra parte está Thorndike, psicólogo y pedagogo afín a las teorías conductistas aplicadas en el entorno escolar; J.M. Cattell aportó test que hacen más hincapié en la memoria, la atención y el desarrollo sensorial del niño; E. Claparede, organizador de seminarios de Psicología Pedagógica debido a su admiración por la renovación de la pedagogía y por la visión de la escuela como un entorno en el que se trabajan conocimientos como el valor y la autonomía crítica, como consecuencia de esta renovación pedagógica mencionada anteriormente; y, por último, J. Dewey, el cual apostaba por el desarrollo de la persona a partir de los intereses de cada uno y de la inculcación de unos valores morales y cívicos a partir, por ejemplo, del trabajo de las habilidades sociales.


     Pero no es hasta entre los años 20 y 50 que no se estabiliza esta psicología de la educación que, gracias a esta firmeza, surgió el Movimiento Psicométrico, una herramienta que en teoría iba a facilitar el trabajo de los docentes, así como los test de inteligencia. Pero el uso de estas herramientas desembocaría en una división y etiquetación de los alumnos, cosa que les marcaría de por vida. Por lo tanto, en algunas zonas del mundo se optó por seguir diversas corrientes o disciplinas que se amoldasen al tipo de educación y grupo, pero normalmente asociadas a dos líneas: el conductismo y, en su contraposición, las orientaciones cognitivas. Ahora encontramos que una línea opta por modificar la conducta desde fuera, mientras que la otra tiene más en cuenta una gran variedad de factores que afectan a este comportamiento y desarrollo de la persona (factores que se tienen en cuenta actualmente para la labor educativa).